En abril de 1994 entrevisté para el número de mayo de la revista Canarias Ilustrada a Ramón Echarren que llevaba 16 años como Obispo de la Diócesis Canariense. Echarren, vasco de Gastéiz, era sociólogo y fue obispo hasta el año 2005 y falleció la madrugada de este lunes a los 84 años. Tras su jubilación siguió viviendo en Gran Canaria y más de una vez lo vimos paseando por el barrio de Vegueta. En los periódicos se ha destacado en sus días su compromiso con los empobrecidos. Este preocupación la expresa en esta entrevista que reproducimos casi en su totalidad en este blog, decía el obispo que “cuando se vive bien, en una sociedad del bienestar, se acaba optando por un liberalismo salvaje que acaba por apoyar medidas que hacen que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”. También se mostró contrario a la unificación de las dos diócesis canarias “porque sería imposible atender desde un punto de vista pastoral”. Le preguntamos por el nacionalismo en Canarias y en Euskadi y dijo “No me siento nacionalista respecto a ninguna nación: ni Euskadi, ni Navarra, ni España”. Nos costó conseguir la entrevista con el obispo Echarren porque unos meses antes los periódicos canarios habían publicado en su portada una frase de una conferencia suya en la que decía que “una persona no peca si en grave necesidad y agotadas todas sus posibilidades roba”, en esta entrevista criticó el tratamiento que hicieron los medios de sus declaraciones.
Texto: Juan García Luján/Fotos: Julio Quintana. Canarias Ilustrada. Año I, nº 5. Mayo 1994.
Pregunta: A finales del pasado mes de febrero usted presidió la presentación del documento “La iglesia y los pobres”. ¿Porqué hay tantos pobres en la sociedad del Bienestar?Respuesta: “Porque hay ricos que poseen demasiado, mucho más de lo que necesitan. Porque las riquezas están injustamente distribuidas, aunque Dios las creó para todos y no para unos pocos, como dice Juan Pablo II. Porque no se legisla buscando el bien de todos. Porque falta amor, solidaridad, capacidad de compartir ,deseos de justicia. Porque sobra egoísmo, incomunicación, egolatría, injusticia, insolidaridad. Porque no se quiere ver la pobreza, la miseria, la marginación, el dolor de los indigentes que existen y están ahí, junto a nuestras casas, a lo largo y ancho del mundo. Porque no se legisla buscando la justicia social. Porque cuando se vive bien, en una sociedad del Bienestar, se acaba optando por un liberalismo salvaje que acaba por apoyar medidas que hacen que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, que los países del Tercer Mundo se hundan en su miseria, que se sacrifiquen a los más miserables porque no son ‘rentables’ ni política, ni social, ni económicamente.”
P. ¿Qué se puede hacer desde la Iglesa, desde las instituciones políticas y desde la sociedad?
R.- “Desde la Iglesia hay que proclamar la dignidad de cada ser humano, su valor infinito y denunciar la injusticia y el egoísmo, que son pecados y deshumanizan al hombre y a la sociedad. También hay que crear cauces como Cáritas para promover la justicia. Desde las instituciones hay que definir el sentido más humano y social de la justicia, del bien común, de la solidaridad, de la economía… hasta conseguir que la convivencia no tenga espacio para la miseria y la marginación. Esto debería llevar a una legislación que tuviera en cuenta que una sociedad injusta que permite la miseria está llamada a la destrucción de los valores más sagrados que sustentan la democracia. Desde la sociedad es preciso presionar a los políticos para que legislen en favor del bienestar de todos y no de unos pocos que ya viven bien, en favor de la justicia y la solidaridad.
P.- En Canarias, según un informe del Gobierno autónomo, más de 16.000 personas pasan o dicen pasar hambre y cerca de un 29% de la población se sitúa en el umbral de la pobreza. En este contexto, durante una conferencia en la Península, usted recordó que “una persona no peca si en grave necesidad y agotadas sus posibilidades roba”, afirmación que fue recogida con especial énfasis en los medios en Gran Canaria.R.-“Lo que no se puede hacer es hablar de unas supuestas declaraciones, cuando lo que se trató fue de un ejemplo expresado en el seno de una conferencia de más de una hora de duración en donde expuse el tema del derecho de propiedad, tal como expone el Papa en la encíclica ‘Sollicitudo Rei Socialis’. Sacar aquella frase de contexto, ponerla como titular y ofrecerla a los lectores de aquí como si yo hubiera establecido una nueva norma moral que animara a los pobres a robar, sin más, en los hipermercados, me parece una grave manipulación informativa”.
P.-¿Se considera un obispo que molesta al poder?¿No le han llamado desde ningún despacho oficial para pedirle veladamente que no se pronuncia sobre determinadas cuestiones?
R.- Si soy un obispo que molesta al poder político, deben contestarlo los que detentan ese poder. Mi intención no es otra que defender a los pobres, a los débiles, a los que sufren injusticias. Si molesta al poder político será su problema, pero no es esa mi intención. ¡Dios quiera que el poder también se convierta a la solidaridad y a la justicia. Desde la Iglesia e instituciones públicas jamás me han llamado para que no me pronuncie clara o veladamente sobre determinadas cuestiones. Esto desde la democracia. En tiempos anteriores era un hecho frecuente que desde el Ministerio de Justicia o Exteriores me llamaran la atención y denunciaran ante la santa sede. Pero siempre tuve el apoyo del cardenal Quiroga, el cardenal Tarancón y del Vaticano.
P.- Sigue siendo el sexto mandamiento, la cuestión sexual, un importante muro entre la iglesia y la sociedad?
R.- No creo que hoy el sexto mandamiento sea el muro más importante entre la Iglesia y la sociedad. Hoy, la gente conoce el Nuevo Testamento, y las exigencias del Evangelio. Otra cosa es lo que dicen los medios de comunicación social que están muy obsesionados por el sexo y es de lo único que hablan cuando tratan de la Iglesia o del cristianismo. Curiosamente, la prensa, la radio y la televisión se parecen a los curas de hace cuarenta o cincuenta años,p ara los que sólo existía el sexo…¡Parece que no existe otro tema! Es cierto que para algunos cristianos, guiándose por lo que leen y oyen, tiene problemas en este campo. Pero no son los más, ni creo que, incluso, para ellos, sea el muro más importante”.
P.-¿Justificaría la pena de muerte en los mismos términos que el último catecismo oficial de la Iglesia católica?
R.- Me gusta más la forma expresada por Pablo VI cuando dijo que la vida sólo pertenece a Dios y que la pena de muerte no debería existir nunca”.
P.-Cuando era pequeño mi madre me decía que hay que hacer lo que los curas dicen pero no lo que ellos hacen…¿Es válido este dicho popular?
R.- “Es menos cierto y menos válido que nunca. En todo caso, de lo que se trata es de hacer lo que Jesucristo dijo que hiciéramos”.
P.-¿Sería posible una diócesis única en Canarias?
R.- “Creo que una sola diócesis en canarias representaría un grave retroceso pastoral. Sería volver a situaciones de hace siglos, hoy superadas, en que se buscaba grandes unidades diocesanas para obtener más poder temporal y hasta económico y político. Una sola diócesis en Canarias sería imposible de atender debidamente desde un punto de vista pastoral”.
P.-Usted procede de una tierra, Euskadi, donde la Iglesia está en sintonía con el nacionalismo, ¿cómo ve el auge del nacionalismo en las islas?¿La visión del catolicismo como algo universal se contradice con la defensa de Euskadi o Canarias como un hecho nacional?
R.-“No me siento nacionalista respecto a ninguna nación: ni Euskadi, ni Navarra, ni Madrid, ni España…Quiero mucho a todas esas realidades. Quiero mucho a Europa y a América Latina, que he visitado de arriba abajo. Quiero al mundo entero y sufro con los que sufren en el mundo entero.
El catolicismo dice muy claro que la fe se debe vivir y cultivar en cada lugar. Es algo fundamental en el cristianismo y su pastoral. El cristianismo respeta cada cultura, la cuida, procura humanizarla, la ama…pero no la convierte en un ‘dios’ al que hay que adorar por encima de todo. Defender lo propio es elemental, obligatorio y natural, sin odios hacia lo ajeno y, si hace falta, con toda la solidaridad posible respecto a ‘los otros’, cercanos o lejanos, simplemente porque son seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios y redimidos por Jesucristo”.