A.M.RODRIGUEZ
Pues le ha cambiado el nombre al Ministerio.
Esto estaba pensado mientras miraba al banco azul desde su escaño de jefe de la
oposición. Le pondremos por nombre –se dijo Rajoy entre sí- “Economía y
COMPETITIVIDAD”.
A mí no extraña;
desde luego, viendo semejantes incompetentes en frente, pueden surgir todo tipo
de malos pensamientos. Cierto: Rajoy es previsible y en cierto modo
trasparente.
¿Por qué meterse
en los líos y gastos varios que da cambiar el nombre a un ministerio? ¿Por qué
añadir la palabra "competitividad"? ¿Había que dejar claro que no lo
sería de Economía y -por ejemplo- SOLIDARIDAD? Está claro: el lenguaje genera
cultura y formas de vida. Por eso había que cambiarle el nombre, para marcar la
pauta central. A competir. Sí, aquel ingeniero (hoy en proceso de canonización)
llamado Guillermo Rovirosa diría posiblemente: "Economía y
colaboración".
Y
ahora, permítanme una pregunta: ¿Será competitivo que haya subvenciones a la
aristocracia como las subvenciones a las fincas vacías de las duquesas y
condeses? ¿Serán competitivas las jubilaciones anticipadas de los empleados de
las grandes multinacionales como la de mi amigo de unos 55 años prejubilado de
lujo de un banco o Telefónica? ¿Serán competitivos los sueldos de los
directores de las televisiones autonómicas? ¿Serán competitivos los salarios de
los altos funcionarios? ¿Serán competitivos...?
Tuve un amigo que
en unas elecciones locales fue el alcalde más votado de España en municipios de
más de 20.000 habitantes: Camilo Sánchez. Había sido el primer concejal de
Solidaridad de toda España; impulsó esas concejalías desde la Federación Española
de Municipios y Provincias. Le pregunté si no era una simple cuestión de
palabras y me dijo que el lenguaje genera cultura. Tenía razón y ahora,
gracias a Rajoy, le entiendo mejor. No sé, no sé... me parece que prefiero la
colaboración. La solidaridad.