JUANJO JIMÉNEZ
El Gobierno de Canarias ha llegado a la conclusión de que un 30 y
algo por ciento más de paro en una comunidad de apenas dos millones de
habitantes no es, digamos, como para tirar voladores, porque hasta los
pirotécnicos están a punto del desempleo, o casi. Es por esto que ha
anunciado un plan de choque, que es como se denomina a un programa para
estamparse de nuevo.
Entre otras medidas, algunas muy loables,
van a impulsar las escuelas taller. Entre pitos y flautas se destinarán
55 millones de euros, 55, a esta fórmula que ya se lleva aplicando desde
hace mucho tiempo con los resultados que saltan a la vista. La escuela
taller ha sido al final el amarradero del fracaso escolar. El nene,
inquieto, llega a los 25 años sin haberse sentado un rato a estudiarse
el examen y prefiere la vida al oreo, bien cortando unas gerberas o
picando piedra. La administración, para disimular su impericia, le
ofrece un diplomatura en peón, promete un contrato que rara vez llega y
se retraen esos 55 millones en ofrecer una enseñanza de calidad,
atractiva hasta para el más gandul y en la que todos los indígenas
salgan con una formación profesional o una licenciatura digna del resto
del continente, amén.