J.A. Medina
E s una historia como otras muchas, desgraciadamente, en tiempo de crisis. Pero, en este caso, ejemplifica el esfuerzo de los sufrientes y el desinterés del administrador. Ocurre en un lugar de Santa Cruz que es preferible no citar. Viven en un espacio que ellos llaman casa porque él, Iván, la ha remendado como ha podido, reutilizando material desechado que le permitió construir un techo "de hojalata", tapar los agujeros de las paredes o, incluso, reconstruir alguna. Él y su mujer, Inés, crearon un hogar para ellos y sus cuatro hijos, de 13, 8, 6 (son las niñas) y 3 años.
Ahí viven hace seis años, varios de ellos entre pilares para evitar su derrumbe. "No tengo dinero para nada. Se me acabó el paro, se me acabaron las ayudas. Sobrevivo con cáncamos y con la chatarra que recojo, vendiendo y empeñando lo que teníamos y malvendiendo mi herramienta", dice Iván.
Tiene 33 años, como Inés, y no ha tenido ningún contrato desde que terminó de trabajar en la obra del hotel Mencey. "Estamos pendientes de la PCI desde diciembre de 2012", añadió ella. "Hace 10 meses que la trabajadora social visitó la casa en una visita rutinaria tras pedir la PCI. Estuvo media hora. Desde entonces, nadie más se ha personado para saber cómo estamos. No nos han dado ni alimentos, solo cuatro bonos de guagua y equivocados. Nos hemos dedicado a buscarnos la vida para comer. Eso sí, la ONG Sonrisas Canarias, de Luis Febles, sí nos ha ayudado muchísimo", afirmaron.
Pasaron varios meses sin agua potable, pero, "de repente, desaparecieron la deuda y los recibos pendientes".
E s una historia como otras muchas, desgraciadamente, en tiempo de crisis. Pero, en este caso, ejemplifica el esfuerzo de los sufrientes y el desinterés del administrador. Ocurre en un lugar de Santa Cruz que es preferible no citar. Viven en un espacio que ellos llaman casa porque él, Iván, la ha remendado como ha podido, reutilizando material desechado que le permitió construir un techo "de hojalata", tapar los agujeros de las paredes o, incluso, reconstruir alguna. Él y su mujer, Inés, crearon un hogar para ellos y sus cuatro hijos, de 13, 8, 6 (son las niñas) y 3 años.
Ahí viven hace seis años, varios de ellos entre pilares para evitar su derrumbe. "No tengo dinero para nada. Se me acabó el paro, se me acabaron las ayudas. Sobrevivo con cáncamos y con la chatarra que recojo, vendiendo y empeñando lo que teníamos y malvendiendo mi herramienta", dice Iván.
Tiene 33 años, como Inés, y no ha tenido ningún contrato desde que terminó de trabajar en la obra del hotel Mencey. "Estamos pendientes de la PCI desde diciembre de 2012", añadió ella. "Hace 10 meses que la trabajadora social visitó la casa en una visita rutinaria tras pedir la PCI. Estuvo media hora. Desde entonces, nadie más se ha personado para saber cómo estamos. No nos han dado ni alimentos, solo cuatro bonos de guagua y equivocados. Nos hemos dedicado a buscarnos la vida para comer. Eso sí, la ONG Sonrisas Canarias, de Luis Febles, sí nos ha ayudado muchísimo", afirmaron.
Pasaron varios meses sin agua potable, pero, "de repente, desaparecieron la deuda y los recibos pendientes".