HARIDIAN MEDEROS
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Ha roto su silencio. Hasta ahora ha permanecido callada por vergüenza y
miedo, como otras personas que están en su misma situación, al borde del
desahucio, drama que ha dejado sin techo a casi 8.500 canarios en los
últimos cuatro años. María Isabel Hidalgo se siente como un león
enjaulado en su propia casa, ubicada en la Urbanización La Estrella en
Telde. Con lágrimas en los ojos narra cómo se ha visto inmersa en una
situación jamás imaginada, abocada a vender sus recuerdos por un euro en
un rastrillo para poder subsistir. Con 45 años de edad, adquirió su
vivienda en 2004 con una hipoteca de unos 90.000 euros. Se veía
trabajando hasta los 73 años como cocinera para pagar las cuotas de su
hogar, pero ahora, con 54 años y en desempleo, ha visto derrumbarse su
castillo de naipes.
El pasado julio adoptó la decisión de dejar de
abonar la hipoteca. "No podía más". O afrontaba tal osadía o dejaba de
comer y sufragaba recibos, como el agua, la luz, la contribución o la
comunidad de vecinos, entre otros gastos. Desde entonces recibe cartas
del banco con las que podría empapelar las paredes de su pequeño piso y
una pesadilla recurrente la atormenta cada noche: Alguien la persigue.
La
repetición de ese sueño representa su "agonía" y "temor" a que llegue
la notificación del desalojo por impago de manos de una comisión
judicial. Su vida giró 360 grados hace dos años, cuando sufrió un ictus
debido al estrés como jefa de cocina en un restaurante. Durante su
convalecencia aprovechó para, aquejada de una dolencia constante en su
mano derecha, seguir la recomendación del médico y operarse. Tras un año
y medio de rehabilitación le informaron de que no se podía hacer nada
más por su extremidad y un Tribunal Médico declaró su incapacidad
permanente para ejercer como chef. Era su primera baja en 20 años de
trayectoria laboral, de los que quince pasó entre fogones e incluso
llegó a ganar dos premios gastronómicos. La empresa en la que trabajaba
le despidió, según cuenta Hidalgo, que se quedó cobrando una pensión de
509 euros, mientras que su hipoteca asciende actualmente a 675 euros
mensuales, aunque llegó a elevarse a los mil euros hace un tiempo,
cuando ella trabajaba. De ahí que sólo pueda costear sus compromisos
tributarios y de alimentación.
Hace años perdió a su familia. Sólo
tiene el apoyo de sus tres hijos, de 14, 28 y 30 años. El menor habita
con ella y los dos mayores la ayudaban hasta ahora, pero el de mediana
edad se ha visto afectado por la fiebre del desempleo y la primogénita
tiene que cumplir sus propias obligaciones económicas.
"Estamos
todos en el bombo de la lotería y me tocó a mí, pero le puede tocar a
cualquiera. También te puede tocar a ti", expone Isabel, consciente de
que la ciudadanía en general está "acostumbrada a ver imágenes de gente
muy pobre" y no casos como el de ella, una persona "normal, con su
casita, su decoración y sus recuerdos".