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/ Las Palmas de Gran Canaria
Beatriz López Pérez, la joven de Firgas que nació sin brazos a causa de
la píldora abortiva conocida como Talidomida que tomó su madre en la
gestación es hoy una mujer de 33 años, casada hace tres con David Amado
Armas y que no descarta ser mamá. Bea fue abandonada por su madre
biológica en la Casa Cuna de Tenerife a las pocas horas de nacer. Dicen
puede ser una joven palmera que no quiso saber nada de su bebé desde que
le dijeron su estado físico, no solo de extrema gravedad sino de
incapacidad eterna. La abandonó cuando le dijeron que su niña no tenía
brazos, de manera que el bebé estaba condenado a la marginalidad o
directamente a la muerte, sin embargo la milagrosa aparición de una
monja de la Casa Cuna de Tenerife dio un vuelco a su incierta vida. De
aquello ya han pasado 33 años pero los últimos diez o doce a Bea la
martillea un sentimiento: Hallar a su madre y preguntarle qué razones le
llevaron a dejarla en una casa cuna: «He estado en contacto con la
Jefatura Superior de Policía tratando de hallar algún dato que me lleve
hacia ella, pero todas las puertas se cierran. Un inspector me dijo que
es indudable que el ginecólogo que atendió el parto tendría que recordar
a la fuerza aquel momento porque no todos los días nace un bebé como
yo, sin brazos. Suponemos que esa imagen debe tenerla grabada ¿no?,
pues, nada, ni un palabra. Nadie sabe nada. Incluso para casarme tuve
que dar mil vueltas en busca de la partida de nacimiento; al final la
encontré en el Obispado de La Laguna pero alguien la firmó con unas
rayas que ni se reconocen bien…». Beatriz piensa también que teniendo en
cuenta que su madre biológica era por lo que le han dicho una
jovencilla de 17 años igual fue al hospital dio a luz y le dijeron que
el bebé había muerto o tal vez ni se lo dijeron y se fue. «No se…Lo que
sí es que mi madre verdadera es Salvadora pero hace tiempo que me
pregunto qué empujó a mi madre biológica a abandonarme. Creo que si ella
sabe que existo me tiene localizada porque he salido en muchos medios y
si alguna vez ha tenido intención de encontrarme ha podido hacerlo; hoy
mismo, con esta entrevista, por ejemplo podría intentarlo».
Dentro de todo Beatriz ha tenido suerte. Una monja de la Casa Cuna de
Tenerife donde la dejaron, Sor Pino, le tomó tanto cariño que animó a su
hermano Antonio López y a su novia, Salvadora Pérez para que sacaran
al bebé de paseo. Otro golpe de suerte fue cuando a la niña la
trasladaron desde Tenerife a San Juan de Dios en Las Palmas G.G. con lo
cual Bea ya estaba más cerca de mamá Salvadora, su salvadora, nunca
mejor dicho.
Salvadora tenía solo 17 años cuando vio por primera vez a Bea y unas
fuertes convicciones religiosas: «Sabía que habían tres familias que
querían adoptarla pero la chiquilla solo quería venirse conmigo, así que
cuando me casé y ya tenía nada menos que 5 hijos la adoptamos. Eso es
todo». Beatriz ha tenido a su favor su enorme tenacidad.
En 1993 Bea inició su batalla por tener unos brazos e hizo un
llamamiento a la sociedad canaria. Recaudó 19.000.000 de pesetas entre
donaciones, rifas, actos de solidaridad y otras gestiones que le
ayudaron a alcanzar esa cifra. El cirujano, Hani Mhaidli Jefe de la
Unidad de Raquis del hospital Universitario de Gran Canaria Doctor
Negrín desde que conoció el caso quiso acompañarla a los Estados Unidos y
allí fue testigo de su lucha. En tierras americanas el doctor se
convirtió en su protector, en la persona que la orientaba en lo médico y
en lo personal. Regresaron y ambos perdieron el contacto porque la vida
de Bea dio un giro y empezó a caminar de otra manera. Se hizo mayor, se
enamoró y se casó.
David Amado Armas, su marido, un joven de 27 años se conocieron cuando
ambos tenían menos de siete años y los dos estaban internos en la ciudad
San Juan de Dios recibiendo sesiones de rehabilitación. Ambos lo
recuerdan entre risas. Se entienden aunque Beatriz tiene un carácter
decidido que Amado frena con mano izquierda. «Lo que pasó», cuenta el
chico tomando las riendas del relato, «es que yo estuve en San Juan de
Dios cuando era pequeño por un problema de columna. Allí vivía, igual
que Beatriz, pero la verdad es que no me acordaba de ella porque yo
tenía sólo cuatro años y ella siete».
Pero el destino les guardaba una sorpresa. Ocurre que Beatriz durante
el proceso de adaptación a los brazos y sabedora de que su habilidad con
la informática le abriría muchas puertas se matriculó en una academia
para mejorar sus conocimientos. Fue allí donde vio «a un chico», David,
«que manejaba todo muy bien. El resto ya lo imaginan: Acabaron en el
altar. Ver a la pareja en su cómoda y adaptada casa de Firgas es bonito
porque los dos se cuidan y se miman; nos muestran videos de su boda
porque son apasionados de las fotos. «¡Mira, mira!…¡ahí, ahí estoy
bailando con mi padre…!», grita Bea como una niña.
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