lunes, 5 de marzo de 2012

"Quiero saber por qué me abandonó mi madre"

Marisolayala.com / Las Palmas de Gran Canaria

Beatriz López Pérez, la joven de Firgas que nació sin brazos a causa de la píldora abortiva conocida como Talidomida que tomó su madre en la gestación es hoy una mujer de 33 años, casada hace tres con David Amado Armas y que no descarta ser mamá. Bea fue abandonada por su madre biológica en la Casa Cuna de Tenerife a las pocas horas de nacer. Dicen puede ser una joven palmera que no quiso saber nada de su bebé desde que le dijeron su estado físico, no solo de extrema gravedad sino de incapacidad eterna. La abandonó cuando le dijeron que su niña no tenía brazos, de manera que el bebé estaba condenado a la marginalidad o directamente a la muerte, sin embargo la  milagrosa aparición de una monja de la Casa Cuna de Tenerife dio un vuelco a su incierta vida. De aquello ya han pasado 33 años pero los últimos diez o doce a Bea la martillea un sentimiento: Hallar a su madre y preguntarle qué razones le llevaron a dejarla en una casa cuna: «He estado en contacto con la Jefatura Superior de Policía tratando de hallar algún dato que me lleve hacia ella, pero todas las puertas se cierran. Un inspector me dijo que es indudable que el ginecólogo que atendió el parto tendría que recordar a la fuerza aquel momento porque no todos los días nace un bebé como yo, sin brazos. Suponemos que esa imagen debe tenerla grabada ¿no?, pues, nada, ni un palabra. Nadie sabe nada. Incluso para casarme tuve que dar mil vueltas en busca de la partida de nacimiento; al final la encontré en el Obispado de La Laguna pero alguien la firmó con unas rayas que ni se reconocen bien…». Beatriz piensa también que teniendo en cuenta que su madre biológica era por lo que le han dicho una jovencilla de 17 años igual fue al hospital dio a luz y le dijeron que el bebé había muerto o tal vez ni se lo dijeron y se fue. «No se…Lo que sí es que mi madre verdadera es Salvadora pero hace tiempo que me pregunto qué empujó a mi madre biológica a abandonarme. Creo que si ella sabe que existo me tiene localizada porque he salido en muchos medios y si alguna vez ha tenido intención de encontrarme ha podido hacerlo; hoy mismo, con esta entrevista, por ejemplo podría intentarlo».
Dentro de todo Beatriz ha tenido suerte. Una monja de la Casa Cuna de Tenerife donde la dejaron, Sor Pino, le tomó tanto cariño que animó a su hermano Antonio López y a su novia, Salvadora  Pérez  para que sacaran  al bebé de paseo. Otro golpe de suerte fue cuando a la niña la trasladaron desde Tenerife a San Juan de Dios en Las Palmas G.G. con lo cual Bea ya estaba más cerca de mamá Salvadora, su salvadora, nunca mejor dicho.
Salvadora tenía solo 17 años cuando vio por primera vez a Bea y unas fuertes convicciones religiosas: «Sabía que habían tres familias que querían adoptarla pero la chiquilla solo quería venirse conmigo, así que cuando me casé y ya tenía nada menos que 5 hijos la adoptamos. Eso es todo». Beatriz ha tenido a su favor su enorme tenacidad.
En 1993 Bea inició su batalla por tener unos brazos e hizo un llamamiento a la sociedad canaria.  Recaudó 19.000.000 de pesetas entre donaciones, rifas, actos de solidaridad y otras gestiones que le ayudaron a alcanzar esa cifra. El cirujano, Hani Mhaidli Jefe de la Unidad de Raquis del hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín desde que conoció el caso quiso acompañarla a los Estados Unidos y allí fue testigo de su lucha. En tierras americanas el doctor se convirtió en su protector, en la persona que la orientaba en lo médico y en lo personal. Regresaron y ambos perdieron el contacto porque la vida de Bea dio un giro y empezó a caminar de otra manera. Se hizo mayor, se enamoró y se casó.
David Amado Armas, su marido, un joven de 27 años se conocieron cuando ambos tenían menos de siete años y los dos estaban internos en la ciudad San Juan de Dios recibiendo sesiones de rehabilitación. Ambos lo recuerdan entre risas. Se entienden aunque  Beatriz tiene  un carácter decidido que Amado frena con mano izquierda. «Lo que pasó», cuenta  el chico tomando las riendas del relato, «es que yo estuve en San Juan de Dios cuando era pequeño por un problema de columna. Allí vivía, igual que Beatriz, pero la verdad es que no me acordaba de ella porque yo tenía sólo cuatro años y ella siete».
Pero el destino les guardaba una sorpresa. Ocurre que Beatriz durante el proceso de adaptación a los brazos y sabedora de que su habilidad con la informática le abriría muchas puertas se matriculó en una academia para mejorar sus conocimientos. Fue allí donde vio «a un chico», David, «que manejaba todo muy bien. El resto ya lo imaginan: Acabaron en el altar. Ver a la pareja en su cómoda y adaptada casa de Firgas es bonito porque los dos se cuidan y se miman; nos muestran videos de su boda porque son apasionados de las fotos. «¡Mira, mira!…¡ahí, ahí estoy bailando con mi padre…!», grita Bea como una niña.
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