El responsable de este órgano de la
Consejería de Políticas Sociales considera que ha llegado el momento de
diseñar una estrategia que no atienda solo las necesidades más
flagrantes de precariedad, sino que vaya mucho más allá y que, más que
dar pescado, enseñe a pescar. El repetido mantra es una metáfora
perfecta de lo que pretende hacer este comisionado renovando el plan
contra la exclusión social que diseñó el anterior Ejecutivo para
afrontar la crisis sobrevenida y que, a juzgar por sus palabras, se
quedó corto. Abrir los comedores escolares en verano fue una idea
oportuna para atender las graves carencias a las que se enfrentaron las
familias al quedarse en desempleo y con una protección social exigua,
pero faltó una previsión más compleja, que ahondara en esa miseria
estructural que permite que, según los datos del Instituto Nacional de
Estadística (INE), hoy haya menos personas en situación de pobreza que
antes de la crisis, señaló.
Este cambio parece lejos de articularse.
Según los datos recabados por el propio comisionado, el 90% de los
empleos creados durante el último trimestre son temporales. A ello hay
que añadir el desajuste que existe siempre entre los datos que muestra
la Encuesta de Población Activa (EPA) y el Servicio Estatal Público de
Empleo (SEPE). La primera habla de 297.070 parados y el segundo de
243.632. "Hay mucha gente que no se está apuntando a las listas de
desempleo porque ha perdido la esperanza". Esa desazón, que ha derivado
en una desesperanza absoluta, provoca que las estadísticas, a pesar de
sus márgenes de error por el carácter de la muestra, estén retratando
una realidad que no logran reflejar los registros oficiales.