lunes, 4 de abril de 2016

Casi medio millón de canarios recibe algún tipo de prestación

Casi medio millón de ciudadanos -452.359- reciben algún tipo de prestación social en Canarias, una comunidad en la que viven 2,1 millones de personas y que tiene una tasa de paro que roza el 27%. Los datos, que incluyen ayudas por desempleo, pensiones contributivas, no contributivas, y Prestación Canaria de Inserción (PCI), reflejan la situación socioeconómica de una región en la que la crisis ha hecho mella, pero donde la pobreza ya era un problema estructural mucho antes de que la burbuja inmobiliaria estallara.

El responsable de este órgano de la Consejería de Políticas Sociales considera que ha llegado el momento de diseñar una estrategia que no atienda solo las necesidades más flagrantes de precariedad, sino que vaya mucho más allá y que, más que dar pescado, enseñe a pescar. El repetido mantra es una metáfora perfecta de lo que pretende hacer este comisionado renovando el plan contra la exclusión social que diseñó el anterior Ejecutivo para afrontar la crisis sobrevenida y que, a juzgar por sus palabras, se quedó corto. Abrir los comedores escolares en verano fue una idea oportuna para atender las graves carencias a las que se enfrentaron las familias al quedarse en desempleo y con una protección social exigua, pero faltó una previsión más compleja, que ahondara en esa miseria estructural que permite que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), hoy haya menos personas en situación de pobreza que antes de la crisis, señaló.
Este cambio parece lejos de articularse. Según los datos recabados por el propio comisionado, el 90% de los empleos creados durante el último trimestre son temporales. A ello hay que añadir el desajuste que existe siempre entre los datos que muestra la Encuesta de Población Activa (EPA) y el Servicio Estatal Público de Empleo (SEPE). La primera habla de 297.070 parados y el segundo de 243.632. "Hay mucha gente que no se está apuntando a las listas de desempleo porque ha perdido la esperanza". Esa desazón, que ha derivado en una desesperanza absoluta, provoca que las estadísticas, a pesar de sus márgenes de error por el carácter de la muestra, estén retratando una realidad que no logran reflejar los registros oficiales.