viernes, 14 de julio de 2017

Nueva ley electoral. Ya se acabó el alboroto

 Antonio González Viéitez
Cuando las cosas se plantean mal y para afrontar los problemas se hacen propuestas inadecuadas, falta tiempo para que salten “salidas de tono” que pongan en tela de juicio esa pretendida solución, que ahora se comprueba que no sirve.
A mi juicio es lo que pasa cuando se empecinan en mantener las circunscripciones electorales insulares.
Está claro que tamaña afirmación tiene que intentar argumentarse con pulcritud y “picarse menudo”.
1º). Está claro que el actual sistema electoral es injusto, poco representativo, al tiempo que propicia enfrentamientos insularistas innecesarios y perturbadores.
2º). Cualquier solución tiene que pasar porque el sistema sea más representativo y proporcional y, de otra parte, bajar drásticamente las barreras de mínimos
Dicho esto, necesito una pequeña digresión para intentar argumentar el rechazo a las circunscripciones insulares que, teóricamente, podrían cumplir con esas premisas
Simplificando al máximo, constituye un lugar común caracterizar la economía canaria como estructuralmente especializada en la producción de exportables. Desde sus mismos inicios, a finales del siglo XV, hasta hoy el nivel general del bienestar (para entendernos) viene ligado a la coyuntura de nuestras relaciones con el resto del mundo atlántico. Cuando estas relaciones son intensas y se pueden aprovechar nuestras importantes ventajas comparativas, Canarias marcha. Cuando las circunstancias son las contrarias, la economía y la sociedad canaria sufren y encuentran graves dificultades si tienen que encerrarse en sí mismas. Conocida es la espita migratoria tantas veces sufrida.
Pues bien, está documentado que esa especialización en exportables con el mundo exterior, tenía que hacerse desde cada isla. Eso solo ocurrió durante mucho tiempo desde las islas realengas, las más “desarrolladas”. Así, cada vez que una isla alcanzaba la masa crítica suficiente, su principal aspiración era controlar sus propias conexiones con el exterior y dejar de tener que pasar por otra isla. La verificación más reciente de esa caracterización histórica es el caso de la especialización turística de Lanzarote y Fuerteventura. Llegado su momento crean sus propios aeropuertos internacionales y pueden dejar de depender de nadie de fuera, en este caso, de Gando.
Estos procesos de especialización en exportables y su consolidación, configuran las relaciones económicas del Archipiélago canario de una forma muy peculiar. En efecto, las relaciones “verticales” de cada isla con el mundo exterior devienen cada vez más estratégicas, mientras que las relaciones “horizontales” de las islas entre sí, se van definiendo como relaciones de segundo nivel, subordinadas. Hasta tal punto eso es así, que el “mercado único canario” todavía está por afianzarse en la práctica. No podemos olvidar que hasta 1972 (Ley del REF, hace solo 45 años), cualquier mercancía que saliera de una isla en dirección a otra, tenía primero que pagar un arbitrio al Cabildo de la isla de salida. Y, después, otro arbitrio al Cabildo de la isla de llegada, que además podían ser distintos. Otro hecho tremendamente significativo de esa inexistencia del mercado único canario, es que no existe una organización patronal canaria. Hay solo dos patronales provinciales y los varios intentos por constituir la canaria, fracasaron.
Así, cada una de las islas vive sobre todo de sus relaciones con el exterior, que son las determinantes, de las que depende su ritmo y el disfrute de sus potencialidades.
Pero, además hay otra característica sobrevenida en las últimas décadas. Y es que la especialización en exportables de todas las islas es cada vez más homogénea. Hoy en la práctica, todas las islas (eso sí con menor intensidad en las tres islas occidentales) están especializadas en exportar paquetes turísticos.
Por tanto: a) si las relaciones hegemónicas son las “verticales” con el exterior, b) si cada vez más la especialización en exportables es homogénea en todas las islas, c) desde una perspectiva económica, la única resultante posible es la competitividad. El comportamiento competitivo se entroniza como el más adecuado. Así, objetivamente, las economías insulares compiten entre sí, intentando mejorar cada una de ellas sus relaciones “verticales”. Hasta el punto que, en ocasiones, una actividad insular puede mejorar (verticalmente) a cambio de que otra (horizontal) empeore en otra isla (como el caso actual del puerto de La Luz y el de Santa Cruz de Tenerife).
Resumiendo, las economías insulares compiten entre sí, sus patronales en el mejor de los casos guardan distancia y la opinión publicada refleja constante y cansinamente la misma salmodia. En momentos críticos siempre reaparece la ideología del “despojo” y, en momentos de quietud, las miradas de reojo, la desconfianza y el “qué quedrán”.
Es cierto que, afortunadamente, en los espacios y ámbitos culturales (sobre todo y de manera deslumbrante en el folclore), el sentimiento de unidad y de pertenencia común es notable. Es cierto que muchos canarios nos sentimos culturalmente de todas las islas. Y que la casi totalidad de nuestros poetas, escritores, músicos e intelectuales profesan una canariedad sin fronteras. Pero retengamos un detalle muy significativo: nunca hubo un importante diario de papel de ámbito canario que permaneciera.
Pues bien, ante esta estructura objetivamente competitiva ¿puede hacer algo la política? ¿el sistema electoral puede influir?
Y es en este escenario en el que opino que las circunscripciones insulares no ayudan a mejorar ni la cohesión, ni las más deslumbrantes aspiraciones compartidas de los canarios. Y que se conciben con los mismos elementos competitivos y enfrentadores que los mercados.
Es cierto que la reforma electoral tiene que ser más representativa y acercarse más a la regla de oro de una persona un voto. Pero le podemos, y sobre todo creo que le debemos, exigir mucho más. Para que contribuya a mejorarnos más como pueblo. Para que la Política sirva de contrapeso a los comportamientos puramente competitivos que consagra el Mercado. Y que los futuros diputados canarios no tengan que responder exclusivamente ante los ciudadanos de cada isla que son los que los han elegido, sino que tengan que responder ante toda la ciudadanía canaria. Hay quienes dicen que eso no es posible porque no hay diputados canarios conocidos en todas las islas. ¡Pues claro! Y esa es una deficiencia que se solventaría con una supermayoritaria circunscripción canaria.
Por eso, con las propuestas que están sobre la mesa, el que el presidente del Cabildo de Tenerife pida un diputado más para su isla, entra dentro de la lógica más elemental.
Porque la idea dominante es subir diez diputados más, hasta setenta (sin ninguna necesidad que justifique el despilfarro), y de subir un diputado a Fuerteventura (ahora tiene un diputado menos y mucha más población que la isla de La Palma). Y por esa misma lógica, Alonso pide un diputado más para Tenerife que ahora tiene más población que Gran Canaria.
Y eso se produce por el empecinamiento de mantener las circunscripciones insulares. Lo que les obliga a crear diez diputados más para que el sistema sea más representativo. Y ya saltó un diputado por la isla de Fuerteventura, ahora otro por la circunscripción de Tenerife, mañana…
Creo que para poder eliminar las grandes disfunciones que generan las circunscripciones insulares, debería establecerse una muy mayoritaria circunscripción canaria con hasta cincuenta diputados. Y mantener, por razones estrictamente de respeto histórico dos diputados por cada una de las cinco islas no capitalinas, manteniendo el número actual de sesenta diputados.

Y así, con esta reforma del sistema electoral, se conseguiría cubrir dos aspectos igualmente esenciales: 1).-Mejorar de forma notable la proporcionalidad de votos y escaños y 2).-Contribuir desde la Política a mejorar la sociedad canaria, integrarla mejor y hacernos más fuertes como pueblo, en este mundo globalizado que nos toca vivir e intentar mejorar.