viernes, 7 de septiembre de 2012

Banco peor

CAMILO JOSÉ CELA CONDE
 Buena parte de los problemas que padecemos en nuestras carnes los españoles procede del hecho de que los bancos malos abundan, en especial entre aquellos que salieron de la conversión de las cajas de ahorros. La maldad no se aplica sólo a la pésima gestión, que también, sino que alcanza actuaciones por parte de sus directivos que entran –en grado de suposición, de momento– en lo abordado por el código penal. Así que salirnos ahora con lo del banco malo suena a sarcasmo. Lo que nos están diciendo esas autoridades tan majas y tan competentes que nos tienen donde nos tienen es que se va a poner en marcha un banco peor.
Habrá quien piensa que tal cosa no es en realidad posible. ¿Cómo podría haber un banco peor aún que los que salieron de Caja Madrid o de la CAM, de entidades que no sólo perdían sin decirlo –mintiendo– unas cantidades ingentes de dinero sino que, se conoce que a título de premio, concedieron jubilaciones gloriosas, indemnizaciones suculentas y dietas de escándalo a los que les llevaron a la quiebra? Pero ese razonamiento tiene los mismos agujeros que el concepto absurdo a todas luces de "tocar fondo". Siempre se puede estar peor y, quien crea que no, habrá de comprobarlo de forma muy desagradable. Pues bien; al hacerse públicas las competencias del nuevo banco malo salta a la vista que damos un paso más hacia el disparate.
Si el borrador que el ministerio de Economía ha enviado a Bruselas para que nuestros tutores en ese rescate que, según nos dicen, no existe den los permisos pertinentes, el banco malísimo va a ser una sociedad anónima que podrá hacer cosas vedadas a todas las demás. Carecerá de buena parte de los controles que se exigían hasta ahora a las demás sociedades y, así, podrá emitir deuda sin límites, comprar empresas sin la necesidad de lanzar opas, saltarse a la torera la ley concursal y otras lindezas de ese estilo. La pregunta que cabe hacerse es si tales cautelas no sirven de nada, en cuyo caso lo mejor es que desaparezcan para todos, o si sirven de mucho; de tanto que el banco peor se verá libre, para su mayor gloria, de tales cortapisas. Y si es así, si sucede lo segundo, ¿a quién benefician las prebendas?
Se intuye sin necesidad de grandes alardes técnicos a quién perjudicarán. En esencia, lo que va a hacer el banco peor es liberar a los bancos malos de activos tóxicos, que serán vendidos luego a precio de saldo. Habrá quien haga negocios muy suculentos en ese vaivén pero la cuestión estriba en la procedencia de los dineros necesarios para sanear semejantes operaciones. Si algo que valía cien mil se vende por cinco, ¿quién carga con las pérdidas? Ya lo han adivinado: nosotros. El banco peor no va a ser sino una máquina de pasar al sector público, es decir, a los ciudadanos las deudas. Al tiempo. Y si en esa aventura tan ejemplar alguien se hace con plusvalías de lo más jugosas pueden apostar lo que quieran a que no estaremos en la lista de los beneficiados.