jueves, 14 de agosto de 2014

ECONOMÍA QUE MATA. Los buzos en Las Palmas de GC

El accidente que el pasado 7 de agosto se cobraba la vida de dos submarinistas, Kilian Sosa Verona y Aconay Barreto ha hecho saltar las alarmas, nuevamente, entre los submarinistas profesionales, que llevan ya más de cuatro años “reclamando a la Dirección General de Marina Mercante, una actualización de las normas de seguridad del Estado”, según indica en un comunicado la Asociación Nacional de Empresas de Buceo Profesional (ANEBP). Esta es la organización que agrupa a la mayoría de las 40 empresas que operan en España, con plantillas que suman entre 600 y 800 buceadores profesionales en total. Consideran, en este mismo documento, que la reglamentación –fijada en octubre de 1997- está “obsoleta” y solicitan la prohibición del “buceo autónomo (SCUBA) en el buceo profesional”.
“Las normas de seguridad se publicaron en 1997 y, desde ese año, simplemente se hizo una pequeña corrección, que se centraba más en errores tipográficos que en actualizaciones reales. En el caso de la descompresión, por ejemplo, las tablas españolas se refieren a la revisión dos, mientras que las de la marina estadounidense –US Navy- incluyen ya la revisión número seis. En algunos casos, los tiempos de diferencia entre uno y otro modelo, son de hasta media hora” explican a Gaceta.es fuentes de la patronal de los buceadores. Pero el problema, más allá de la normativa vigente, según explican, es la inaplicación de las mismas “no hay inspectores de trabajo familiarizados con el mundo del buceo, cuando ocurre algo sancionan con estas normas en la mano, pero el resto del tiempo nadie vigila que se cumplan”.
Además, estas mismas fuentes señalan que, uno de los mayores problemas de la reglamentación, es el hecho de permitir el buceo autónomo como una práctica profesional –que era la modalidad en la que trabajaban los dos buceadores fallecidos en Gran Canaria-. “En este tipo de buceo el suministro de aire es limitado, no hay comunicaciones con el exterior y, si te mareas mientras realizas la inmersión, el regulador –que es el que suministra aire comprimido al submarinista-sale de la boca. Con el casco de buceo y comunicaciones, el supervisor escucha lo que haces, si te mareas lo va a notar y te pueden recuperar del agua. Hay más opciones de reacción ante cualquier problema. Además, al llevar un casco, si te mareas, continuas respirando el aire a través de él, cosa que no ocurre con el SCUBA, puesto que al perder el regulador se produce la aspiración directa de agua, lo que supone que una simple pérdida de conocimiento, se convierta en un ahogamiento”. En el caso concreto de los dos submarinistas profesionales fallecidos hace unos días, “aunque la investigación apenas ha empezado, todos suponemos que el problema fue que el aire de las botellas estaba contaminado y que por eso perdieron el conocimiento. Con otro sistema de buceo, el supervisor se habría dado cuenta. Se podía haber evitado”.
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