Santiago tiene 54 años y lleva ocho sin
trabajar. El paro y las ayudas se acabaron hace tiempo y desde hace
cinco años vive con su madre y su tía, octogenarias las dos. Limpia la
casa, hace la comida, las saca a pasear y los tres subsisten con unos
700 euros que cobran entre ambas por la pensión no contributiva. Durante
su estancia en el paro hizo cursillos de formación, pero el empleo no
llegaba. Desde joven tuvo que trabajar en un bingo para ayudar a la
economía familiar, dejó los estudios y cuando lo echaron las
expectativas fueron muy pocas. A su edad, es difícil encontrar trabajo
sin formación básica.
Como él, 20.000 canarios en tan solo dos
años han desistido de buscar trabajo ante la falta de esperanzas para
encontrarlo y han dirigido su actividad a las labores de la casa,
engrosando la población inactiva en las Islas, esto es, personas que
estando en edad de trabajar, o no pueden o no quieren hacerlo. En esta
situación se encuentran, fundamentalmente, los colectivos de personas
que se ocupan del hogar, estudiantes, jubilados o prejubilados,
incapacitados laborales o personas que reciben otras remuneraciones
tales como prestaciones sociales.