Javier
Rodríguez Medina
Hace unos días un
amigo me preguntó que si sabía dónde se encontraba la región con
mayor paro juvenil de Europa. Le dije que no tenía ni idea, pero que
no me sorprendería que fuera en España. Mi amigo me dijo que
Canarias.
Dejé Canarias con 18
años para estudiar en Madrid y España en Septiembre. En los
vaivenes de la economía, tanto el país como la región pasaron de
encontrar una fuente de ingresos y bienestar en la construcción a la
nada absoluta una vez pinchó la burbuja y se ha agitado a nivel
global la mentira y el miedo bajo la palabra “crisis”, queriendo
reducir únicamente el término a “crisis económica”.
La Canarias en la que
nacieron mis padres era Tercer Mundo y cuando yo nací estábamos ya
subidos al tren de la buena vida europea. Cayó la dictadura,
aparecieron nuevas oportunidades de trabajo con el impulso del
turismo y la exportación agrícola, y en zonas como en Santa Lucía
(Gran Canaria) asociaciones de vecinos decidían qué era necesario
para construir una ciudad habitable y exigían, pese a la negativa
del Poder, su protagonismo político. Para quienes no tengan la
fortuna de conocer su testimonio, recomiendo a quien pueda leer estas
líneas la vida de Camilo Sánchez.
Hoy la élite
privilegiada de quienes hemos nacido en países enriquecidos hemos de
afrontar una nueva reconversión del modelo económico que explota la
esencia del ser humano para obtener beneficio, y lo hace en todo el
mundo. La historia nos dice que salir de la pobreza no es sólo
cuestión de instalar alcantarillado, comer 3 veces al día y poder
ir a la escuela. Salir de la pobreza exige generar CULTURA SOLIDARIA
y hacerlo en ASOCIACIÓN CON OTROS poniendo como puntos fundamentales
de dicha asociación los problemas de los empobrecidos. De lo
contrario, estaremos renegando de nuestra obligación como personas y
ciudadanos de gestionar con otros nuestras instituciones y nuestra
propia vida.
Fruto de la renuncia de
nuestras obligaciones es el panorama político canario, entendiendo
por éste a quienes tienen cargos y representación política. Éste
no pasa de la sinvergonzonería demagógica de quienes lanzan
cortinas de humo escondiendo salarios de decenas de miles de euros
anuales y privilegios inmorales. Mientras los políticos que nos
representan no se bajen el sueldo al salario mínimo interprofesional
serán incapaces de ver en sus vidas qué supone ir a Cáritas para
poder llevar un plato de comida a casa, que te ROBEN la casa por
estar en paro, o qué supone que tus hijos tengan que irse de la
región o el país para poder trabajar.
A la generación de mis
padres no le pido cuentas, pero me gustaría dirigirme a la mía, a
esa que está golpeada por un 54% de paro oficial. No nos hemos
planteado esto con superávit económico. Tal vez sea hora de hacerlo
antes de volver a vivir como lo hicieron nuestros padres.
Los
trabajadores pobres de nuestro país gritaron en el s.XIX “frente
a la ignorancia periódicos y libros, frente a la miseria
asociación”. Pues
bien, ¡comencemos por la asociación y construyamos y difundamos
periódicos, libros, casas, cooperativas que den soluciones y generen
esperanza!