Un concejal de Puerto de la Cruz, del PP para más señas, aunque si militase en cualquier otro partido nos habríamos sorprendido con similar intensidad, es decir, igual que al contemplar un pájaro volando, un pez nadando o a un guiri beodo tambaleándose a la puerta de una discoteca, se mantiene en el cargo a pesar de haberse gastado en un año más de 9.000 euros del erario público a través de un teléfono móvil. Descartada la posibilidad de que ocupe la Concejalía de asuntos asiáticos, argumento que podría justificar tamaño dispendio por mor de la imperiosa necesidad de mantenerse en contacto con autoridades e instituciones de tan lejanas tierras, con las gravosas facturas que ello acarrearía, el susodicho y sus adláteres han despachado el asunto con una explicación harto peregrina (algún inepto funcionario olvidó contratar una tarifa plana), la promesa de devolver 5.000 de los 9.000 euros (de asuntos asiáticos tal vez no, pero cabe suponer, vista su locuacidad, que telefonea cada mañana a los 33.000 ciudadanos portuenses para desearles los buenos días y cada noche para regalarles una nana) y, cómo no, arremetiendo contra el edil de la oposición que destapó el escándalo (porque es un escándalo, ¿no?).
Con
todo, lo más grave del caso no son esos 9.000 euros que, a pesar de los
ingentes esfuerzos del concejal parlanchín y sus defensores en la
búsqueda de un porqué, resultan del todo injustificables; tampoco la
desvergüenza de brindarnos como excusa ruedas de molino dignas del
caballo de Troya; ni siquiera esa carencia de responsabilidad política
que impide poner los cargos a disposición de un superior o,
sencillamente, decir adiós, un simple adiós, tras devolver las llaves
del despacho y la totalidad del dinero. Y el teléfono, por supuesto, que
siempre podrá seguir deseando buenos días y buenas noches a todos y
cada uno de sus convecinos de viva voz. Lo más grave es la sospecha,
fundada, de que no nos hallamos ante una excepción, de que son muchos
más de 9.000 los euros de todos que se pierden cada año por el sumidero,
en un sinfín de enclaves de nuestra geografía, como consecuencia de esa
peculiar forma de entender la política, tan latina, tan hispana, tan
canaria, como un derecho de pernada.
Acaso
sea esa sospecha, esa incivilizada resignación que lleva a una mayoría
de la ciudadanía a considerarlos un mal menor, lo que provoca que
agravios públicos de tamaña magnitud permanezcan impunes y que no pocos
de ustedes, estimados lectores, quién sabe si usted mismo, opinen que, a
pesar de todo, no es para tanto.
http://www.abc.es/20120526/local-canarias/abci-santi-201205261123.html